II
Te he buscado en la noche milenaria que devoró a Kant y a Marco Bruno, en el mar y su furia legendaria, en la Biblia y hasta en un son montuno.
Debo confesar que te he soñado en la confusión de vastos urinarios, en el callejón con su horror desamparado, en un parque y en cien mil balnearios.
Repitiendo mil sandeces te he buscado auscultando los cuerpos y los rostros entre estruendo de injurias y anatemas.
Y finalmente te he encontrado: eres la soledad ante la cual me postro para que surja el argumento de mis poemas.
La Habana, 1971
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