Hoy, la casualidad me hizo toparme con un vendedor de yukis y me pude tomar uno de vainilla, bajo un solazo de 45 grados.
Vaya placer, vaya madalena-prousteana...
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No. No podré hacerlo desde la tierra de los Grandes Lagos. Por lo menos, no ahora. No obstante, declaro que éste es el comienzo de la nueva errancia. La errancia no de los senderos físicos ni de los paisajes temporales, sino la del largo camino hacia un lugar que sólo la escritura misma conoce. Se aventura, pues, este descendiente de kickapúes en la senda incierta de las palabras, en el abismo de la creación. Se divisa un nuevo Nacimiento. ¡Jao! ¡Qué así sea!
Um comentário:
Sabes que es un antojo recurrente en mí y por alguna extraña razón siempre que veo a un señor vendiéndolos digo "de regreso", así ya llevo un año; primero en Cuernavaca, después de clases; luego en Monterrey, de vacaciones; y hace poquito en Acapulco. Pocos son los elegidos.
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