Reconozco las señales que queman, me encandila la imposibilidad por todos lados. Y sí. Ya es hora de irse a casa, de guardar las maltrechas alas, secarse una que otra lágrima que quedó por allí, abandonar ese otro Sol, y soñar, entonces, -mientras muevo la meta un poco más hacia adelante-, que aún es posible alcanzar los sueños.
Poco a poco te desvaneces como la cera de mis alas...
Voy cayendo en el mar, asido a mi soledad....
Ya es hora, ya es hora de volver a casa...
¡Oh, Creta, oh laberinto, no soy Ícaro, sino tu Minotauro!
Recíbeme, escóndeme en tus muros...
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