sexta-feira, abril 13, 2007

De acordadas al son de un acordeón


Parece que ésta es una noche para la nostalgia. Descompuesto mi teléfono y solo en mi departamento, todo parece haber sido dispuesto para que los recuerdos de las cosas idas o lejanas en el espacio se aproximen. Quizá sea la cercanía de mi viaje a México lo que me ha puesto así.
La nostalgia de la que hablo es ésa que me acerca a los momentos en que he sido feliz. Y, hoy, sobretodo, hay que celebrar la felicidad.
Hay algo de lo que pocas veces hablo. Me refiero a la música. Sí. Tengo gustos muy variados, pero hay uno que hace que a muchos se les encrispen los pelos cuando me confieso seguidor indiscutible de ese género. Hablo de la música norteña. De la auténtica, de la folclórica, y de la no tan folcórica, de ésa que tiene como gran protagonista al acordeón.
Siempre, toda la vida, desde que era niño la recuerdo rondándome. Mis abuelos en su radios la escuchaban. Mi abuelito Juan cuando pintaba silvando sus kilométricas mantas; mi abuelito Ernesto incansable haciendo la nieve y las paletas; mi papá en su camioneta, en su habitación, en el trabajo... Papá la oía siempre. En la casa por las tardes cuando llegaba de trabajar, antes de acostarse, mientras se afeitaba y siempre -religiosamente- por las mañanas, antes de llevarnos al colegio.
Yo la detestaba en aquel entonces. Odiaba el sonido del acordeón y hacia mofa de las letras de los corridos, de la tonada de las canciones, del timbre de voz de lo(as) cantantes, de las polkas, de las mazurkas, de los chotís; de cualquier cosa que oliese a Noreste. Aprovechaba cualquier descuido de mi papá para cambiarle de estación o apagar su radio. Era malo -lo sé- o tal vez muy chico, muy inmaduro. No conocía el temple que nos otorgan la distancia y las dificultades.
Pasó el tiempo y me fui a estudiar a mi Monterrey. Luego me vine a EE.UU. y, entonces, tuve una iluminación. No recuerdo exactamente la fecha, pero fue en Texas.
Puedo ver aquel instante. Me puedo ver en él. Iba atravesando la explanada frente a la rectoría de UT cuando me vi en medio de una masa de gente atenta a lo que acontecía en un estrado. Parecía haber un gran evento de estudiantes extranjeros. Quizá era octubre. Me quedé. Terminaron de actuar unos asiáticos y de repente ¡zas! que anuncian México. Me venció la curiosidad o no me quise ir. En fin... Empiezan los acordes del acordeón. Sale en trajes típicos del Noreste un grupo de muchachos mexicoamericanos y comienza el baile. Era una polka. Fue demasiado para mí. Me deshice. Sentí-pensé (así en una palabra) tantas cosas: mi papá, mis abuelitos, mi ciudad, el semidesierto del Noreste, mi infancia, los viajes por las carreteras del norte al lado de mi familia.... Lloré. Me di cuenta de que esa música de la cual me había afrentado siempre era parte irrenunciable de lo que soy; de los que han sido para que yo sea.
Algún día, por mi papá, por mi abuelito Juan, por mi abuelito Ernesto, aprenderé a tocar el acordeón. Homenaje a lo que amaron y a lo que siempre -sin reparar en ello- he amado yo también. Por lo pronto, sigo escuchando en mi láptop y en mi ipod (aka Garcilaso) música norteña. Paso por entre la gente y me miran muchos sorprendidos. Yo simplemente sonrío y hasta, a veces, hago uno de esos pasitos de baile que uno aprende allá en el Noreste para acompañar esta música.
Hoy estoy contento y nostálgico. Pienso en mi familia, en mi papá -que pronto voy a ver- y mi corazón hoy es puritito acordeón.
Para todos ustedes, "Flor de Capomo" (canción favorita de mi abuelito Ernesto y ahora de mí también), gracias a las maravillas del Youtube. Disfrútenla.

4 comentários:

grg disse...

Cris, adrián y tú, parece que a todo el mundo le ha dado por la nostalgia. El acordeón es una buena manera de acompañarla.

Óscar Ávila disse...

Esos viajes de regreso a los orígenes siempre ponen a uno nostálgico. A mí también me encanta el sonido del acordeón, claro, yo no crecí con él pero te entiendo, en mi caso crecí con la marimba y ahora cada que la escucho me pasa lo mismo que a ti con el acordeón.

Herr Boigen disse...

Lovely. Me gusta escuchar la música de acordeones cuando paso por las cantinas del centro de nuestra ruinosa ciudad: "te crees muy booooniiiita, viveees engañaaaada", o bien, "ay esther, ay esther,no te agaches mucho que se te ve..!!"

Akaotome disse...

Jajajaa, tanto tiempo escuchando esa canción y no sabía cómo se llamaba...
Oye sí, qué nos entró con la nostalgia...