7:25 p.m. Amira, Nina y yo nos despedimos en la esquina de Garza Sada y Luis Elizondo, frente al VIPS. Besos, abrazos y, entonces, ellas deciden pasarse sus teléfonos de allá, de EE.UU., donde todos vivimos. Mientras tanto, yo observo al tráfico acontecer por ambas avenidas. De repente, escuchamos aproximarse un llanto de neumáticos sobre el pavimento. Buscamos el vehículo desconcertados. Pupilas dilatadas, corazones como esponjas bajo el agua. Todo ocurre en cuestión de segundos.
Y, entonces, aparece. Está allí. A unos metros de nosotros un coche bailando como trompo; apuntándonos. No pensé en nada. El chirriar de las llantas es tiempo y es espacio. Estrecho mis piernas al concreto de los jardineros. Nina cubre a Amira. Me tapo los oídos...
El conductor se hace del control del coche y logra reivindicar su trayectoria. Todo a nuestro alrededor se ha detenido. Huye y yo siento mi vida más efímera que nunca. El trompo parecía habernos elegido pero su punta desoladora se ha apartado.
Apuntará más tarde, estoy seguro. Llegará la muerte, sí, pero no ahora, por favor, no ahora...
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2 comentários:
La muerte es poética... pero`. ¿seré efímera como la vida?
En verdad, pensé que esa eran nuesto "último adiós"
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