sexta-feira, fevereiro 03, 2006

La disco

Día de disco gay. Luces, música en alto, tragos "fancy", despliegue de anatomías perfectas, coqueteándole a la vigorexia y desafiando a los desórdenes alimenticios... pero, sobretodo, obsesión por la juventud.
Todo estalla en alegría, en desinhibición, todo urge a que se lea como la conquista ulterior, el estado de "libertad absoluta". Sin embargo, puedo verlo, incluso lo huelo. Ese hálito triste del espejismo. Por más que se proclame la derogación de toda atadura, de toda sujeción; existe; allí, rondando, acechando, la conciencia de los umbrales... Al dejar el lugar, la dicha voraz, los optimismos... se extinguen al atravesar la puerta y oír, mientras caminas por la calle, que el ritmo que escuchabas por adentro no es más que un sonido solitario, lejano, descompasado que parece morir jadeando.
Nunca he sido de los que bailan, no puedo hacerlo. Ebrio o lleno de sobriedad, el don de la videncia no me abandona nunca. Se rían, se estremezcan, griten o se fajen, leo en sus rostros siempre el pavor de una soledad terrible que ni tragos ni bailes logran apartar.
No es que sea gordo, mucho menos feo... simplemente veo más que los demás...


Sé que no te encontraré en uno de estos tristes lugares, donde se viene a sepultar los cadáveres de descompañía y represión que se mueren cada semana...
Sigo esperándote...

Um comentário:

Herr Boigen disse...

Mucha gente en los antros gay es terriblemente artificial.