terça-feira, fevereiro 07, 2006

Las galletas de trigo o marcador 15-0

Ocho galletas de trigo y todavía no puedo detenerme...
Hoy es uno de esos días en que vuelvo a reflexionar sobre la condición de la pérdida.
¿Qué puedo sentir, ahora, nuevamente, después de que pierdo, otra vez?
No sé... siempre he perdido a causa de esos accidentes físicos que en mí no son ni exóticos ni impresionantes. La doctrina, la sabiduría popular, los consejos... todo en la vida se inclina por la valoracion de los sentimientos frente a la apostura y esas contingencias. Sin embargo, no dejan de ser mas que discursos de oquedad.
En el momento decisivo, un par de ojos de color, un cuerpo medianamente marcado, una silueta delgada o una melena anti gravedad terminan por oponerse al más tenaz de los intelectos, a la voz mas melodiosa, a los detalles mas especiales, en fin... al amor mas sincero.
Pasa lo que pasaba cuando era niño y jugábamos fútbol en la escuela secundaria. Aunque estaba en el equipo que ganaba, por lo general, yo siempre sentía que perdía. Al final del partido, mis compañeros se llevaban en hombros a Sergio, el que anotaba todos los goles. Como era pequeño y débil, yo no podía unírmeles en la cargada. Sin embargo, soñaba con ser yo el único que cargara a Sergio en ese entallado uniforme blanco que se enfrentaba, sin temor, al crecimiento desmesurado de su anatomía, a la cual delataba el sudor y los caminos que dibujaban los rastros de los descuidados tragos al bote de agua en aquel calorón de casi 45 grados.
Sergio era rubio, atlético y varonil. Nunca conseguí cargarlo... en ese sentido (y en todos) con el perdí siempre.
Y, ahora, hablando de meter goles, creo que ya voy por la quinceava galleta anotada al mero centro de mi estómago. Si sigo comiendo asi, seguiré perdiendo...

sexta-feira, fevereiro 03, 2006

La disco

Día de disco gay. Luces, música en alto, tragos "fancy", despliegue de anatomías perfectas, coqueteándole a la vigorexia y desafiando a los desórdenes alimenticios... pero, sobretodo, obsesión por la juventud.
Todo estalla en alegría, en desinhibición, todo urge a que se lea como la conquista ulterior, el estado de "libertad absoluta". Sin embargo, puedo verlo, incluso lo huelo. Ese hálito triste del espejismo. Por más que se proclame la derogación de toda atadura, de toda sujeción; existe; allí, rondando, acechando, la conciencia de los umbrales... Al dejar el lugar, la dicha voraz, los optimismos... se extinguen al atravesar la puerta y oír, mientras caminas por la calle, que el ritmo que escuchabas por adentro no es más que un sonido solitario, lejano, descompasado que parece morir jadeando.
Nunca he sido de los que bailan, no puedo hacerlo. Ebrio o lleno de sobriedad, el don de la videncia no me abandona nunca. Se rían, se estremezcan, griten o se fajen, leo en sus rostros siempre el pavor de una soledad terrible que ni tragos ni bailes logran apartar.
No es que sea gordo, mucho menos feo... simplemente veo más que los demás...


Sé que no te encontraré en uno de estos tristes lugares, donde se viene a sepultar los cadáveres de descompañía y represión que se mueren cada semana...
Sigo esperándote...