"Sabed que a la diestra mano de las Indias existe una isla llamada California muy cerca de un costado del Paraíso Terrenal; y estaba poblada por mujeres negras, sin que existiera allí un hombre, pues vivían a la manera de las amazonas. Eran de bellos y robustos cuerpos, fogoso valor y gran fuerza. Su isla era la más fuerte de todo el mundo, con sus escarpados farallones y sus pétreas costas. Sus armas eran todas de oro y del mismo metal eran los arneses de las bestias salvajes que ellas acostumbraban domar para montarlas, porque en toda la isla no había otro metal que el oro."
- Las Sergas de Esplandián de Garci Rodríguez de Montalvo (1510)
- Las Sergas de Esplandián de Garci Rodríguez de Montalvo (1510)
La palabra Texas proviene del caddo táyshaʔ, lo que se traduce como «amigo» o «aliado». Los primeros españoles que exploraron estas tierras llamaron así a los hasinai (los texas, donde la "x" se pronuciaba como sh en el español antiguo). La región pasó a llamarse "Texas" por antomomasia.
- Dominio público
Dos meses más y Bye, bye, Texas! Y es que a los sueños no puede obligárselos a acompañarnos en un medio tan hostil donde exponerlos a este sol despiadado es orillarlos a la muerte. No podemos permitir que su naturaleza sublime sea mancillada por un sitio donde lo cutre se presume legitime pride, donde el dinero puede comprar y acumularlo todo -sí-, pero donde jamás el gusto y el entendimiento se unirán para producir un éxtasis estético en estos autoapodados bigs "por naturaleza". Es imperdonable intentar siquiera respirar en una atmósfera tan rarificada porque la malicia lo corroe todo, porque sé de una conspiración que no duerme y vela para arrancarnos cualquier tipo de consuelo. Everything is bigger in Texas, alardean esta falange de enanos magnificados mientras se contemplan jactanciosos gesticulado en la casa de espejos que es su existencia.
Y yo en medio de esa pesadilla. Agonizaba. Mis sueños me habían abandonado...
- Es mejor irse. Por más que Circe riquezas te ofrezca, por más que Circe con pasiones te tiente, aléjate, Odiseo. Ítaca es tu viaje. Sus aventuras, los innumerables tesoros. Abandona esa casa de espejos, su palacio. Tú eres del mar; las olas tu único lecho...
Y escuché, entonces, esa voz antigua llamándome.
- Más allá de Ítaca, Odiseo, hay una tierra. Serás feliz en ella. Existe ya en ti. Más allá de Ítaca. Búscala en la cartografía intrincada de tus venas...
La voz hablaba de la tierra donde nació mi abuela, de aquella isla poblada por brunas amazonas: C-a-l-i-f-o-r-n-i-a. Aquella tierra que existió como idea antes de tener existencia empírica: California, sueño corporizado.
- Deja toda grandeza aparente al lado de Circe y hazte a la mar. Su abrazo y el abrigo de dos bosques constantes te conducirá. Es hora de partir, Odiseo. El temor es siempre, umbral de la dicha...
Y así lo hice. Me embarqué a California un martes 17 de octubre (día de mi cumpleaños) sin nada más que mis ilusiones y sueños agonizando. Como norte aquella voz y de resguardo el pecho inmarcesible de mis amigos Elizabeth y Fernando. Hoy, cuatro días después, estoy de pie, sigo soñando. Mi partida hacia allá es inminente: irreversible. Dos meses más se apellida...
Texas ha sido un espejismo atroz. Palacio de Circe. Pequeña corte donde aprendí que soy tan fuerte como para reconocer cuán engañosas son la comodidad y las apariencias y, entonces, sortearlas, partir, aprender, no regodearse en la conformidad más nunca.
¡Qué se haga la luz! ¡Bienvenida, California!
¡Eureka!