Inauguro la tranquilidad esta misma noche. Tras días de aceleres de pesimismo y desasosiego, he logrado apartarme de la desesperanza y el desánimo. Ahora, a disminuir la velocidad... He corrido tan rápido que ya no es posible -ni necesario- acelerar más el paso...
Estamos aquí los dos en camino y si no somos compañía, nada tiene sentido. Adelantarme me hizo quedarme solo y, sobre todo, dejarte a ti, allá atrás. Y ya no quiero. Quiero caminar a tu lado; los dos... despacio. El camino es mejor cuando en su trayecto se descubren, en los pequeños detalles y en los pequeños accidentes, las señales para llegar el uno hacia el otro.
Después de sudar tanta zozobra y morirme de sed inquieta, aparece el viento soplando sobre nosotros, acariciándonos. Imposible no estar contento. Es tan lindo estar a tu lado... El silencio mismo se transforma en promesas que respiro ahora que caminamos juntos. No hace falta pronunciarlas. Habitan entre nosotros ya...
Caminemos juntos, despacito, y ojalá que nos amanezcamos. Yo lo sueño, Dios lo sabe...
Cierro los ojos; respiro profundo... allí estás. Sonrío...
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