domingo, março 12, 2006

El sol

Nunca había caminado por un sendero que no amenazase ya desde el principio con estrecharse, dejarme solo y, al final, conducirme a un abismo inevitable. Sin embargo, no era ése el final porque el abismo -descubriría, yo, entonces- era un túnel que habría de colocarme en otra encrucijada donde, optase por la senda que optase, me estaría negado conocer el horizonte y con ello un ocaso y, por eso, la esperanza de seguir caminando y toparme con el sol.
No, nunca conocí las mañanas. Todo era una sucesión in crescendo de la obscuridad de una noche que -me autoconsolaba- era infinita. Llegaría la consumación del desahucio y se suspendería mi jornada que era una huida de sí misma en sí misma...
Y entonces me percaté que era fuerte, que los terrenos agrestes, las caídas, los largos caminares -guardianes del gran espíritu kickapu- habían devuelto a mis piernas la templanza de mis ancestros los errantes. Ahora que la luna me mostraba que había otros caminos allá arriba estaba listo para remontarlos. La fuerza de los errantes estaba conmigo y también la herencia de mis abuelos venidos del mundo que envejecía era, por mí, notada con estupor: las alpargatas aladas y el insigne caduceo habían estado allí conmigo, durmiendo, polvorientos, desde siempre.
Estaba listo para alcanzar los caminos celestes que la luna me prometía. Se habían acabado las jornadas nocturnas sin horizontes luminosos...
Ya avizoro el sol. No hay alas de cera que se intimiden ante él. Estoy yo, feliz, desde las cumbres de las montañas nevadas encarándolo. Soy yo. He renacido. He nacido Hermes-Kickapu.

Nenhum comentário: