domingo, abril 16, 2006

Los geranios

-Nacimos muy tarde- me dice Elizabeth intentando reconfortarme.
-Quizá...-le digo, aún sabiendo que no es del todo cierto en mi caso el rezago romántico que representa mi vida. Y no es porque quiera mentirle a ella que es mi mejor amiga, que me conoce, que me escucha siempre...
Sí, la verdad es que me consolaría saber que existe una razón que me explicase el rumbo que tomaron las cosas. El haber nacido tarde no las aclara satisfactoriamente. No es que Elizabeth se equivoque, todo es cuestión de cariño. Me quiere mucho y por eso mismo me insta a leer los acontecimientos así, por que ella, en el fondo, sabe que hay una explicación triste y desesperanzadora detrás de todo...

Abrí los ojos a las seis, sediento y con tristura. Acabábamos de estar juntos también en mi sueño. Trajinar a la cocina entre titubeos e intentos de estabilización fue todo uno a la vez. Después estaba colmando la sed frente a la ventana. El cielo entre día y noche; yo y lo nuestro, entre las esperanzas y el desahucio. Entonces recordé tus palabras: las de la noche y las del sueño. Ya no pude llorar. Deseé que se fundiesen, que fuesen todas de la misma naturaleza, sólo unas, las de la noche y las del sueño, sólo unas: tus palabras...

Primero son las pruebas, después vienen los geranios: las cosas bonitas, el cariño, las caricias...

Decidí dormir para encontrarte de nuevo allí, para estar contigo y buscar los geranios. Ya no fue posible... De rato, descubrí que eran casi las diez y no necesitaba más de la cama...

Me asomo a la ventana y avizoro un día calcinante: el sol, la poca sombra, el calor. Todo se confabula contra los geranios...

Primero son las pruebas, después vienen los geranios: las cosas bonitas, el cariño, las caricias...
¿Qué será de sus semillas?
Te extraño...

Um comentário:

Akaotome disse...

A lo mejor no naciste tarde, sino temprano...