terça-feira, maio 02, 2006

La lluvia

Primero los presagios de su venida y después su llegada avasallante. Es la lluvia...
Aunque había pronósticos y señales en el cielo para quienes saben leerlas (cada vez más pocos, por cierto), siempre me toma por sorpresa.
Nacido y criado en el desierto, para mí la lluvia es siempre profundo motivo de regocijo. Los relámpagos y los truenos comenzaron mientras venía a casa en el autobús. Me tocó sentarme al lado de la ventana, así es que pude presenciar con holgura el panorama de su visita.
Cuando me bajé en la bus stop que está frente a mi casa, reparé en que todos corrían para guarecerse del agua, mientras yo dejaba que me mojase. En momentos como ése advierto mi esencialidad desértica. La verdad es que mejor cosa que ver llover es sentir llover en/desde el propio cuerpo. Quizá por eso, siempre termino perdiendo los paraguas que compro.
Recuerdo aquellos días de la infancia en que mi tía Ana sacaba sus ranitas de barro para llamar a la lluvia o cuando danzando todos alrededor de la estatuita de Tláloc (que ella guardaba en el cuartito de los triques ubicado en el jardín de casa de mi abuelita Popa) suplicábamos al señor del Tlalocan que hiciese descender sus dones sobre ese pedazo de Aridoamérica en el cual crecí.
Asombrosamente, siempre llovía...

Ahora, aquí, Austin bajo la lluvia...y yo, yo soñando...

Nenhum comentário: